Nos cuenta Oti que cuando alguien de algún pueblo cercano iba a Puente del Arzobispo era costumbre encargar alguna pieza de barro (allí el barro lo trabajan estupendamente).
Un día uno le encargó un botijo a otro que iba para allá y cuando volvió le preguntó:
-¿Y mi botijo?
--Se me ha roto por el camino.
-Menos mal que no te lo pagué.
--Menos mal que no te lo compré.
Pep recuerda un cuentito de encargos que escuchó en Panamá.
En un pueblito costero un vecino embarcaba para ir a la capital y muchos le hicieron encargos, unos acompañaron los encargos con dinero y otros no. Lo cierto es que se marchó y cuando, al cabo de unos días volvió, fueron todos a buscar los objetos encargados, sin embargo el hombre no traía todos, y como alguien le preguntó el motivo de que así fuera, él dijo "nada más salir el barco del puerto me puse en cubierta a organizar todos los encargos que llevaba, puse los papelitos en una mesa y encima de cada papelito las monedas que me habían dado para pagar lo anotado. Sucedió que sopló el viento y aquellos papeles que no tenían monedas para sujetarlos... fueron arrastrados por el viento. Es por eso que sólo he podido traer los encargos que me hicisteis acompañados de dinero."
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