domingo, 3 de febrero de 2013

Los pendientes del diablo


Lo contaba mi abuelo Antero a mi madre Cristina cuando tenía 9  años (1956) en un viaje que hicieron a Segovia.

“Me contaba mi padre que a la vez le habían contado a él cuando era pequeño por qué en Segovia faltan dos de los sillares del acueducto y están en Brea. A la salida del pueblo se ven [veían, los quitaron al hacer la ampliación de la carretera] dos piedras grandes a cada lado del camino de un pedernal fuerte, llamados los pendientes del diablo [al paraje se le denomina así a pesar de la desaparición de las emblemáticas piedras].
Hace muchos, muchísimos años, cuando los romanos estaban en España, ellos eran muy aficionados hacer grandes obras, circos, teatros, anfiteatros,  y una de las obras era hacer un acueducto para transportar el agua desde el río a la ciudad. Por aquel entonces no había ni grúas ni camiones y la piedra la tenían que transportar a mano. Y resulta que ya estaban los soldados hartos de llevar piedras de allá para acá y duro que te pego, pero les mandaron a un general o centurión, para obligarles a por más piedras y por más que les mandaban pues no llevaban toda la necesaria, necesitaban tanta que ya tenían que ir lejos a por ella, fíjate si sería lejos que pasaban por aquí (Brea).
Estaba el centurión una noche sentado a la puerta de su casa cuando se le apareció el diablo Sisebuto y le dijo: - ¿Qué te pasa que andas tan cabizbajo?
A lo que el centurión contestó: - Me han mandado construir un acueducto en Segovia y mis soldados se ha revelado y no quieren trabajar, y si no lo construyo me van a decapitar.
- Yo te lo puedo construir en una noche-
-- ¿qué me pides a cambio?
- Tu alma. Yo construyo el acueducto en una noche y tu me das tu alma.
El centurión le dijo que no, que no le podía entregar su alma y el soldado se fue. A la noche siguiente estaba otra vez el centurión pensativo y volvió a aparecer de nuevo el diablo Sisebuto ofreciéndole el mismo trato. Esta vez se lo pensó un poco más el centurión y le dijo que tendría que ver cómo pasaba el agua por encima del puente para hacer el trato, y esta vez fue el diablo el que no aceptó.
Llegó la tercera noche y el centurión estaba tan desesperado que finalmente aceptó el trato quedando en que no le tendría que entregar el alma al diablo si no lo tenía terminado en una noche, concretamente antes de la salida del sol del día siguiente. Contento con el triunfo que iba a conseguir Sisebuto al quedarse con el alma del romano, se fue el diablo al infierno y reunió a todos los diablillos y les dijo:
-Hemos de construir un acueducto en Segovia en una noche, por lo que necesito de todos vosotros para traer y tallar las piedras de toda cantera abierta.
A los diablos no les gustaba mucho el trato, pero sabían que no tenían más remedio que obedecer. Cuando llegó la noche cada grupo de diablos fue a buscar las piedras a la cantera que conocían, los más espabilados se llevaron la piedra de la cantera más cercana y fueron mandando a los más ignorantes a las más lejanas, recomendándoles que estuviesen en Segovia con las piedras antes del amanecer porque no podían trabajar de día.
A un diablillo menos espabilado le fueron dejando el último para que llevara las piedras y viendo el pobre que se le hacía tarde cogió dos piedras que había sin tallar ni nada y con una en cada mano salió corriendo hacia Segovia, pero como pesaban mucho y de vez en cuanto tenía que parar a descansar, retrasándose en su viaje.
Ya había pasado mi pueblo y había subido la cuesta desde donde se divisa la Sierra de Altomira cuando detrás de los cerros vio salir los primeros rayos del sol y Sisabuto dijo:
- ¡Canto queda! Y donde le pilló la frase al diablillo soltó las enormes piedras y echó a correr hasta que llegó al infierno. Y así fue como quedaron en mi pueblo las dos piedras que faltan en el Acueducto de Segovia, y el diablo no se puedo llevar el alma del romano, porque no había cumplido el trato de tenerlo terminado antes del amanecer”.

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